ENVIDIA DE LO BUENO
Domingo XXV
San Mateo 20, 1-16
Es más fácil llorar con el que llora que reír con el que ríe.
No se si os pasa a vosotros...
Tal vez yo sea envidioso... Tal vez la envidia se nos descontrola y está debajo algunas veces de mis palabras, debajo de mis pensamientos, cuando presencio el triunfo de los demás y me como mi fracaso. ¿Qué pensarán ahora algunos políticos de sí mismos?
A veces lo que pensamos de nosotros mismos, o de los más cercanos, hay que DISIMULARLO. Cuando se lo confiesas a un amigo te dice: Hombre, por educación no lo digas...
Disimular lo que piensas puede ser tan bien un hábito contraído para no comprometerte. Así no quedas mal con nadie...
El compromiso no está de moda. Aún el de algunas parejas es efímero. El de la fe, tangencial para muchos. Se escucha con frecuencia decir: "depende de lo que me exija..." o "si me gusta lo hago".
La inestabilidad de ser bueno, afortunadamente, estaba prevista por Jesús cuando nos enseña el camino de la fe: la misericordia es nuestro paño de lágrimas.
Pero a muchos de nosotros nos revienta que haya buenos en el mundo. A veces hasta les llamamos tontos.
Es común cuando hablamos de compromisos y de trabajo asalariarlo. Es decir: ponerle precio: ¿esto cuánto cuesta?
Estamos acostumbrados a la retribución. Nos produce enfado cuando no somos considerados por lo que valemos y por lo que trabajamos. Enseguida hablamos de el precio del mercado. Adam Smith tiene la culpa.
¡Pues en el camino de Jesús no es así! Es lo que nos enseña en esta parábola: el precio justo, el contrato único, un denario...
Tú seguirás preguntando a cuanto está el dolar hoy, a cuanto se paga la hora de tu trabajo de experto...
No es así en el reino de Dios.
"Los últimos serán los primeros". Su bondad rompe todos nuestros cálculos. Tomad nota: el dueño de la viña sale cinco veces a con